lunes, 13 de noviembre de 2017

Proceso constituyente musical.


Hakim Bey


Después de finalizada la Primera Guerra Mundial, el poeta italiano Gabriele D'Annunzio y su ejército de Arditi tomaron la ciudad de Fiume, haciendo de ella un Estado soberano. Junto a Alceste de Ambris, D'Annunzio redactó una Constitución con la música como principio organizativo.

Así lo cuenta el inefable Hakim Bey en el libro T.A.Z*:

En un arrebato, D’Annunzio decidió declarar la independencia y comprobar por cuanto tiempo podría salirse con la suya. Junto a uno de sus amigos anarquistas escribió la Constitución, que declaraba la música como el fundamento central del Estado.  
(...) 
La fiesta nunca acababa. Cada mañana D’Annunzio leía poesía y manifiestos desde el balcón; cada noche un concierto, después fuegos artificiales. Esto constituía toda la actividad del gobierno.  
(...) 
Creo que si comparamos Fiume con los levantamientos de París en 1968 (también con las insurrecciones urbanas Italianas de los primeros setenta), al igual que con las comunas contraculturales Norteamericanas y sus influencias anarco-Nueva Izquierda, deberíamos percatamos de ciertas similitudes, tales como: la importancia de la teoría estética (los Situacionistas); también lo que podrían llamarse «economías pirata», vivir de los excedentes de la sobreproducción social —incluyendo la popularidad de coloridos uniformes militares— y el concepto de música como forma de cambio social revolucionario.

Los títulos LXIV y LXV de la Constitución referían el papel que la música iba a jugar en la Comuna libre de Fiume: 

MÚSICA 
LXIV. En la Regencia Italiana del Carnaro, la música es una institución social y religiosa. Cada mil o dos mil años renace del alma de un pueblo un himno inmortal. 
Un gran pueblo no es solamente el que crea un Dios a su imagen y semejanza, sino aquel que crea un himno para su Dios. 
Si cada renacimiento de un pueblo noble es un esfuerzo lírico, si cada sentimiento unánime y creador es una potencia lírica, si cada orden nuevo es un orden lírico en el sentido vigoroso e impetuoso de la palabra; la música, el lenguaje del ritual, tienen el poder, sobre todo lo demás, de exaltar el logro y la vida del hombre. 
¿No parece que la gran música anuncia cada vez a la multitud absorta y ansiosa el reino del espíritu? 
El reinado del espíritu humano no ha empezado todavía. 
“Cuando la materia operante sobre la materia pueda reemplazar la fuerza física de hombre, entonces el espíritu de hombre empezará a ver el alba de libertad”: dijo un hombre de Dalmacia de nuestro propio Adriático, el vidente ciego de Sebenico. 
Como el canto de gallo anuncia el alba, la música es el heraldo del despertar del alma. 
Mientras tanto, en los instrumentos del trabajo, de beneficio, y del deporte, en las máquinas ruidosas que, aún estas, caen en un ritmo poético, la música puede encontrar sus motivos y sus armonías. De sus pausas es formado el silencio de la décima Corporación. 

LXV. En cada comuna de la Regencia habrá una sociedad coral y una orquesta subvencionadas por el Estado. 
En la ciudad de Fiume, el Colegio de Ediles será comisionado para erigir una gran sala de conciertos con capacidad de al menos diez mil oyentes, equipada con gradas y un gra foso para el coro y la orquesta. 
Las grandes celebraciones coral y orquestales son "totalmente gratuitas" como de los padres de la Iglesia es dicho gracias de Dios. 
El gran orquestal y coral –las celebraciones serán enteramente libres— en el idioma de la Iglesia — un regalo de Dios. 

Arditi


* Hakim Bey. T.A.Z. Autonomedia. Nueva York, 1991.


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