Marta Alvear.
Gran parte del prosaísmo de la historia se debe a la idea de progreso, pues la historia debe ser progreso invertido. Si las cosas se han ido haciendo siempre automáticamente cada vez más brillantes y mejores, entonces seguir la huella de las cosas hacia atrás es penetrar cada vez más no sólo en la oscuridad, sino también en el prosaísmo. Es pasar del oro al plomo y del plomo al barro; de las novedades bellas a las negaciones monótonas. Pero, en realidad, esas novedades bellas jamás han aparecido sino cuando fue negada a su vez esa teoría negativa del pasado. Han aparecido cuando la gente empezó a explotar la cantera de una civilización más antigua porque era más civilizada que su propia civilización. Eso es, evidentemente, lo que sucedió en el Renacimiento, pero sucedió también en muchos casos en que es menos evidente.
Él.— ¡Oh!, no temáis nada - me dijo -. El punto importante, la difícil cuestión de la que un buen padre debe ocuparse fundamentalmente no es proveer a su hijo de vicios que le enriquezcan, ridiculeces que lo hagan precioso a los ojos de los grandes; eso lo hace todo el mundo, si no sistemáticamente como yo, sí al menos con el ejemplo y la lección; sino indicarle la justa medida, el arte de esquivar la vergüenza, el deshonor y las leyes. Son disonancias en la armonía social que hay que saber localizar, prevenir y evitar. Nada es más aburrido que una sucesión de acordes perfectos. Es necesario algo que destaque, que desbarate el haz y que extienda los rayos.