sábado, 12 de abril de 2014

Sinfonía trágica


Mas si los ojos gozaban en la paz del crepúsculo, los oídos sufrían lo increíble con el tronar horrendo de las baterías. He aquí el distintivo esencial de las batallas modernas: no se ven, pero se dejan oír perfectamente. El sentido más apto para percibirlas no es el de la vista, sino el del oído. Si los combates antiguos fueron por excelencia un espectáculo plástico, los actuales son, por el contrario, un asombroso fenónomeno acústico. La pintura, la narración o la poesía son por completo impotentes para dar una idea de las batallas modernas. El único arte capaz de representarlas sería, en todo caso, la música.

Gaziel. En las trincheras. Diéresis, 2009.