Si en la entrada anterior hacíamos referencia a la autoría divina de la música, ahora la haremos al genio y a su relación con el progreso.
Es en el siglo XVIII cuando uno de los tópicos que más se discuten es el del desarrollo humano en distintas etapas, desde la barbarie a la civilización.
La figura del genio - persona dotada de un talento superior - se va perfilando también durante el XVIII y un siglo más tarde la encontraremos en la Enciclopedia Británica, ya vinculada a la idea de progreso de las artes.
No perdemos de vista a la divinidad, puesto que inicialmente "progreso" no es más que otra manera de llamar a la Providencia: es por la acción de Dios, y a través de determinados individuos, como llega el conocimiento a la humanidad.
Finalmente la idea de progreso se entenderá como la secularización de la Providencia y a partir de entonces el genio responderá a la capacidad creadora del individuo, desvinculada de cualquier intervención divina.