martes, 14 de agosto de 2012

Ceremonia de la confusión



Ayer terminaron los juegos de Londres 2012. La ceremonia de clausura no defraudó y fue tan aburrida como la de ediciones pasadas. Merece la pena destacar los desatinos vocales de Liam Gallagher, que superaron con creces los del cantante de Arctic Monkeys en la gala inaugural. También habría que reseñar la actuación de Muse, que pulverizó el registro alcanzado con Mr. Bean en nuestro carcajómetro, plusmarca, hasta entonces, en estos fastos olímpicos.

Escudriñando en los foros de algunos medios digitales, busqué comentarios sobre el evento. Abundaban las referencias a los Juegos de Barcelona 92 y los, posibles, de Madrid 2020.  Tras el trabajo de campo «etnomusicológico» y sin abandonar el característico trazo grueso de muchas de las entradas de este blog, concluí que la idea más común entre el respetable era que Gran Bretaña tenía unos músicos de impresión y que España a su lado era una absoluta porquería. No quedaba otra que incar la rodilla, reconociendo la superioridad de los Muse, Fatboy Slim, Spice Girls, etc.

Barcelona 92... ¿Cómo olvidar la ceremonia final, con el escenario a punto de caerse mientras Los Manolos rumbeaban a todo trapo? Vinieron a mi cabeza imágenes en blanco y negro de Peret, con su mítico ventilador, y la música de los Amaya sonando en la radio a mediados los 70. La rumba estaba por todas partes. Fueron años de esplendor para este ritmo gitano a los que siguió un periodo de olvido, que volvió tras el exitoso lapso de los noventa, circunscrito al fenómeno de las canciones del verano. ¿Qué había pasado durante ese interregno de casi treinta años? 

La pregunta me llevó a un disco que escuché mucho hace tiempo, una recopilación hecha por un músico y pinchadiscos barcelonés llamado Txarly Brown: Achilifunk, un preparado a base de rumba - y congéneres - de alto octanaje. Los ingredientes van del rare groove que es El Garrotín de Smash al Sonido Caño Roto de Los Chorbos, incorporando clásicos barceloneses como Chacho o Gato Pérez. Dos años después, en 2009 y editado también en el más que recomendable sello Love Monk, salió una secuela llamada Más Achilifunk, esta vez con bandas del presente ocupadas en revitalizar el género.

Entré en la web de Love Monk y, casualmente, en la reseña del disco, encontré un texto que alude directamente a muchos de los mensajes que había leído horas antes, comentando la gala de clausura de los JJ.OO. y que remiten a ese endémico e injustificado desprecio hacia la música que se hace en España, particularmente a la que no se busca en el espejo anglosajón:

En 2007 "Achilifunk", un recopilatorio + libro seleccionado y escrito por Txarly Brown, fue lanzado con gran éxito de la crítica tanto en España como en el resto del mundo. "Achilifunk" fue una sorpresa que abrió los ojos de muchos, sobre todo en España, donde, por razones de edad, hipsterismo ridículo o cualquier otra excusa, la gente no asocia la palabra rumba con Barcelona, ​​funk, disco, salsa, así como muchas otras cosas, tan diversas como interesantes y enriquecedoras. Las críticas fueron increíbles y la compilación incluso fue elegida como uno de los mejores discos de 2007 por la revista británica Wire, que fue el empujón que algunos de los medios de comunicación españoles orientados a los enteradillos necesitaron para abrazar "Achilifunk".

El proyecto que empezó Txarly Brown continúa en la actualidad en la Banda Achilifunk, grupo barcelonés que integra a muchos de los músicos que aparecen en Más Achilifunk y que encarna a la perfección esa síntesis flamenco-groove que está en el núcleo de esta vuelta de tuerca a la rumba.

El primer corte de su disco Gitano real es Cocos, canción que versionaron ya en su momento los propios Amaya y que fue escrita por Bobby Valentin, cuya grabación para Fania es difícilmente superable. El perfil que dibujan Los Amaya, Banda Achilifunk y Bobby Valentín es el de un continente que tiene como capitales a La Habana, Barcelona, Miami, San Juan, Nueva York, Cádiz, etc. y que corresponde al gran legado de la música hispanoamericana, tantas veces maltratado o directamente ignorado en nuestro país. Hay, pues, que agradecer la labor de gente como Txarly Brown, Fernando Trueba, Santiago Auserón o de Luis Lapuente, quien despertó mi interés por el soul gitano al incluir entradas sobre Aurora o El Luis en su imprescindible Historia-Guía del Soul. 

Treinta años son una eternidad, ¿por qué esperar a Ry Cooder, David Byrne o a los enteradillos de Wire cuando los propios Amaya nos señalan el camino?