sábado, 18 de abril de 2009

It's Only Rock and Roll (But I like It)

Awopbopaloobop Alopbamboom: Una historia de la música pop.
Nik Cohn
Círculo de Lectores. Barcelona, 2002

La foto de la sobrecubierta del libro habla por sí misma... Una masa de carne joven apretujada y sudorosa, expectante. La mirada entre orgásmica y bobalicona del chico del centro, abrazado a una mueca de pelo rubio; alrededor caras de admiración, impaciencia, ansiedad... Un maelstrom hormonal, un motín adolescente en la Bounty paterna capitaneado por varios jovencitos pertrechados con un ruidoso arsenal de instrumentos. Son sus héroes. Pongamos que se trata de cinco chicos con el pelo largo. El del fondo, contenido, aporreando la batería como si la cosa no fuera con él. Otro, feucho, con la mirada perdida, paralizado, tal que si estuviese atornillado al suelo, parece que trata de esconder la cara tras el mástil del bajo. A su lado un piltrafilla de mirada traviesa y movimientos gatunos; toca la guitarra con estilo; su corte de pelo a la taza apenas puede ocultar unas enormes orejas de soplillo. Un cuarto joven sonríe sin parar; es todo carisma; sopla la armónica y agita su rubia melena con violencia. En el centro, un chico escuálido de labios carnosos eleva los brazos, abofetea el aire, sacude sus caderas, no para de culebrear frente al micro. Entre bambalinas hay un tipo elegantemente vestido, lleva gafas de sol oscuras y observa atentamente toda la escena; le gusta lo que ve; él es el verdadero artífice, un tipo listo: el mánager...

...De acuerdo, esta paráfrasis, una invocación del tono con el que están escritos algunos de los pasajes de Awopbopaloobop Alopbamboom, no pasa de una torpe parodia, pero podría dar cuenta de la clave en la que Cohn interpreta el fenómeno del pop.

Greil Marcus lo destacó como el mejor entre los primeros libros escritos sobre rock and roll... Aunque más que de rock and roll la cosa va de Nik Cohn y el rock and roll. En Awopbop, Cohn hace memoria y dibuja con trazo apasionado un retrato de los diferentes estadios que atravesó el pop en su singladura a lo largo de una década y media. Para ello toma una serie de hitos - Elvis, el highschool, el soul, California, Dylan, etc. - que revisita adoptando una perspectiva necesariamente vital, al margen de cualquier atisbo de objetividad. Así, más que desde una vivisección en ambiente aséptico, académico, el libro se construye a partir de un careo con todos los episodios vividos durante esos años de idilio con la música pop, desde que no es más que un fenómeno neonato hasta su etapa manierista final, cuando ya ha mutado en arte y nadie se acuerda de Little Richard bramando su mítico Awopbopaloobop Alopbamboom mientras aporrea el piano.


Lejos, por tanto, de análisis sesudos y detallados como los del propio Marcus, el libro trata de ser el fiel reflejo de un momento; Cohn escribe como si no importase nada, como si todo no fuera más que una divertida broma para pasarlo bien, fiel al carácter teen del primer pop, a la emoción primigenia de su
beat. El propio autor dirá que la importancia del rock es emocional, no social, y el libro se podría definir finalmente como la crónica de un chico enamorado de la moda juvenil, de los chicos, de las chicas, de los mánagers...enamorado del pop. La historia está escrita cuando la criatura cumple quince años, contados desde la fecha de edición del Rock Around the Clock de Bill Halley, en 1954, y casi no ha habido tiempo para hacer de ella un objeto de estudio serio; en la práctica, el pop y sus aledaños apenas han dejado de ser un "aquí y ahora", un "toma el dinero y corre".

Cohn, que ya escribía para el dominical londinense The Observer con apenas dieciocho primaveras, acaba Awopbop en 1968. Tiene cumplidos los veintidós y tiempo para sentir nostalgia por el pop mientras escucha discos de Merle Haggard. Han sido casi doce años de noviazgo musical y cuatro de desengaño. Su editor le alquila una casa en Irlanda y en siete semanas ajusta cuentas con aquel muchacho de Londonderry que una tarde entró por error en la barriada católica de Bogside y encontró una oportunidad para reinventarse: el rock and roll. Dice en el prólogo de esta edición del libro, escrito en 1996:

Ni dinero, ni esplendor, ni esperanza de poder obtener algún beneficio. Los mocosos como yo, expulsados de las escuelas, de mal pelaje y peor comportamiento, no tenían ni la más remota posibilidad. Pero "She Loves You" lo cambió todo.
Y ahí comienza la historia de Nik el espitoso, el wannabe fascinado por los teddy boys de su ciudad que viajó a Londres para incarle el diente al superpop. Tocaba el saxo. Quería ser músico, quería ser una estrella del rock, pero carecía de talento para lo primero y del perfil necesario para lo segundo. Se propuso convertirse en escritor y se compró una máquina de escribir. Con sólo veinte años vio publicado su primer libro, Market. A continuación vendría I Am Still the Greatest, Says Johnny Angelo, una novela inspirada en uno de sus ídolos, el anti-héroe tejano P.J. Proby - a partir de la cual, por cierto, David Bowie dio forma a Ziggy Stardust -. Inmediatamente después, en 1968, llegará Pop from the Beginning, rebautizado más tarde como Awopbopaloobop Alopbamboom: The Golden Age of Rock.

Una edad dorada en medio de una etapa de auge y otra de decadencia. El punto de inflexión de la curva del pop será para Cohn
Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band
. No es que los Beatles, de los que el autor salva su primera época, tengan la culpa en exclusiva, por ahí está la carga introspectiva de poetas como Dylan, algo que la levedad congénita del pop soporta con mucha dificultad, pero la obra de madurez de los Fab Four supondrá un cambio irreversible que dará al traste con el paraiso pop del bueno de Nick.

Awopbop es un libro con no pocas querellas: Beatles vs. Stones, Lennon vs. McCartney....Pero la principal es la que se da "entre la calidad y el mito", entre el pop entendido como arte y el que provocaba estragos entre los jóvenes ingleses que veían el programa de televisión Ready, Steady, Go! Cohn nos hablará del pop como una forja de mitos adolescentes, de estrellas en las que mirarse, más acá de la idolatría mesiánica que profesará el público por los ídolos de finales de los sesenta y de los coqueteos artísticos de un fenómeno que nació para ser simplemente algo "rápido, llamativo o sexual, brutal o vulgar, monstruoso o violento". Vale
, los Stones parecían estar por encima de todo, pero no porque fueran considerados verdaderos dioses, como Dylan, sino porque lo parecían, porque se comportaban como tales:

El coche avanzaba por la calle hacia donde yo estaba y paró delante de la entrada de los camerinos del Odeón. La policía formó cordones. Entonces se abrió la puerta del coche y salieron los Rolling Stones, los cinco, con su mánager Andrew Oldham. No parecían reales. El pelo les llegaba por debajo de los hombros, vestidos con todos los colores imaginables, parecían los seres más viles y perversos que pueda imaginarse. En aquella calle gris brillaban como dioses del sol. No parecían humanos, eran como criaturas de otro planeta, imposibles de alcanzar o entender pero exóticos y bellísimos en su fealdad.
Esta fascinación de regusto hollywoodiense se torna admiración en el retrato de personajes como Tony Secunda, Lou Adler o Andrew Logg Oldham. Éste último, mánager de los Stones, tenía la clave del éxito:
Como mánager, Oldham multiplicó por cien todo lo que los Stones tenían dentro: los hizo más feos, más peludos, más anárquicos, hizo de ellos aquello que los padres más odiaban y más les asustaba. Les incitaba a ser más salvajes, más sucios, más obscenos...y lo consiguió: blasfemaban, gruñían, se burlaban de todo y deliberadamente se hacían pasar por cretinos.

Era pura psicología; los chicos que les veían por vez primera tal vez no estuviesen muy seguros de lo que significaban, pero al volver a sus casas y oír a sus padres aullando contra esos imbéciles sucios y melenudos, reaccionarían contra sus padres y se identificarían con los Stones como locos.
Efectivamente: motín a bordo, el secreto de Oldham.

Mientras suena ese estruendoso beat siguen desfilando estrellas, estrellados, mánagers, mercachifles, impostores, fans enloquecidos. Vemos el pop como mero entretenimiento, como negocio, como montaje publicitario... El pop, finalmente...

...nada excepcional; siempre sencillo, tonto, vulgar y falso; sobre todo un sonido. (...) Cuando empezó yo tenía 10 años, ahora tengo veinticinco y ha dominado mi vida. Siempre me ha rodeado, me ha formado y me ha dado mis héroes, ha construido mis mitos. Casi ha vivido por mí. Seis horas de tonterías sin valor alguno y, sin embargo, ha significado para mí más que cualquier otra cosa.
Lo verdaderamente excepcional en 1968 era hacer periodismo sobre música rock y más excepcional es aún la vigencia de un relato como el de Awopbop. Era algo que ya intuía el propio autor en una entrevista realizada en 1973, cuando, en un raro alarde de objetividad dijo: "There is only one decent book that has ever been written on pop, and that's Awopbopaloobop Alopbamboom". Podremos preguntarnos qué habrá sido de la abuela de Cohn, pero también si su afirmación, que anticipaba en unos cuantos años la de Greil Marcus, se ha visto desmentida. Es posible que haya mejores libros sobre la historia del pop, pero como Awopbop seguro que no hay ninguno.

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