viernes, 16 de marzo de 2012

Música doméstica

De repente, bajo la ducha, escucháis por la radio una vieja canción e incluso el cuerpo fatigado recupera la alegría y el confort. El milagro de la música ligera es su capacidad literalmente infinita de combinar letras y ritmos, de Cole Porter a Armando Manzanero. Es una forma musical predestinada a aterciopelarnos un instante de la existencia, vinculada a la textura de los afectos domésticos y de las nostalgias lícitas.
Valentí Puig. Cien días del milenio. Barcelona, Ediciones Península, 2001.

De la melodía al ritmo



Se podría decir que a partir de la pasada década de los ochenta la melodía va perdiendo peso por la creciente importancia de la imagen para la música pop, la de los videoclips para la imagen, la de las coreografías para los videoclips y la del ritmo para éstas. 
Esta caída se puede interpretar como degeneración si se adopta cierto punto de vista de la Academia - es decir, el ámbito de la, mal, llamada música "culta"- que privilegia armonía y melodía en detrimento de un ritmo que podría, incluso, inducir a la audiencia a bailar, contrafigura de la escucha estática y extática que propicia la música más excelsa, que es la que estimula (sólo) el intelecto
El caso es que los puestos altos de las listas de éxito están generalmente copados por canciones con melodías simples en las que el meollo está en el ritmo, pero ni siquiera un ritmo fluido, como el que pueda vincularse con determinadas músicas caribeñas, por poner un ejemplo, sino una rítmica casi marcial, a machamartillo, como la del exitoso reggaetón.
De Dionne Warwick hemos pasado a Rihanna, de Nino Bravo a Pitbull - salto éste similar al que hay entre el sapiens y el australopiteco en la escala evolutiva - y por el camino se han ido quedado los Augusto Algueró, Burt Bacharach, Holland & Dozier, Dan Penn, etc. y un modo de entender la música cuyo hipocentro estaba en las canciones