lunes, 12 de septiembre de 2011

Tirios y troyanos




Y uno que pensaba que algo tan intrascendente como la cosa musical estaba al margen del tráfico de vísceras... Todo empezó hace unos meses con gresca por un cuestionario a Russian Red en la revista Marie Claire. A los pocos días, Amaral mostraban su cabreo por el "uso político" de una de sus canciones.

Del mismo modo que determinados hechos empiezan a reproducirse tras el pistoletazo de salida en prensa - se da la noticia de que una casa se desploma por aluminosis y de pronto edificios que aguantaban pacientemente hasta ese día empiezan a caerse por todo el país - creí que empezaríamos a ver músicos enzarzados en una noria de descalificaciones mutuas a causa de sus simpatías políticas, compadreando con las figuras que realmente generan interés en España: fútbolistas y famosos en general. Pero entonces llegaron Neri, Teddy & co. reclamando protagonismo: pasapalabra.

Lo del uso político consistió en Rubalcaba valiéndose de la enorme popularidad de Amaral para dar réplica a un diputado del Congreso, algo que molestó a los zaragozanos, que habían mostrado sus simpatías hacia los manifestantes de la Plaza de Sol, quienes a su vez habían hecho bandera de la desafección a los grandes partidos. Ni que decir tiene que en los medios hubo refriega entre cejudos y cejijuntos: unos alzaron el puño, otros la garrota y Standard & Poor's la prima de riesgo española.

El caso de Russian Red tiene más miga. Preguntada por sus afinidades políticas, Lourdes Hernández - es decir, RR - se decantó por la derecha. Entre los comentarios que suscitó su respuesta algunos apuntaron a la solidaridad entre ideario político y música, a saber: dedicarse a escribir "canciones bonitas", eso y nada más, es tarea propia de derechones. No sé si tal cosa ha de entenderse como que fuera del "compromiso político" sólo hay canciones "bonitas" - ¿comerciales? - que sería mejor no tener que escuchar, lo que vendría a ser una puesta al día de la doctrina Zhdánov (apellido del señor de la foto).

En cualquier caso, la idea de que el conservadurismo político y el musical van de la mano no resiste la prueba del algodón y ahí está el caso del revolucionario, musicalmente hablando, Stravinsky o el de esos músicos folk que en los sesenta incrustaban sus protestas en formas musicales tradicionales. Más madera: Lou Reed, It's a perfect day: ¿es una loa al conformismo?, ¿si lo fuera, sería algo reprochable?

Las reminiscencias inquisitoriales del caso Russian Red nos ponen en la senda de otro de los tópicos de la música pop, el de la limpieza de sangre, es decir, la "autenticidad". Volvemos con Amaral.





Yo te untaré mis obras con tocino
porque no me las muerdas, Gongorilla...


Quevedo


El
Heliogábal es un pequeño local situado en el barrio de Gràcia, en Barcelona. Pequeño pero matón: su programa de espectáculos cubre casi tres cuartas partes del año. El contenido - basicamente recitales de poesía y música - puede ser descrito, para que nos entendamos, como alternativo.

Hace un par de meses Amaral, una banda acostumbrada a los grandes escenarios, se presentaron
allí en lo que podría ser la imagen perfecta de la superación de la disyuntiva independiente/comercial, dejando ver que lo indie no es más que una pose y que el tránsito entre los dos ámbitos es posible en ambos sentidos. Musicalmente, por molesto que resulte, la distancia entre Quique González y Dani "Canto del loco" es muy corta, aunque suficiente para pasar de la indiferencia al sonrojo.

El caso de Amaral no es en absoluto una excepción, aunque sí destaca por tratarse de una de las bandas de mayor éxito en el pop español y porque su sensibilidad, lo dejan saber por activa y por pasiva, siempre ha estado muy próxima a la de las bandas de pop independiente. Así las cosas, la esquizofrenia de hacer canciones de top 40 pero querer desenvolverse con maneras indies deja de ser tal. Atravesar esa frontera puede ser beneficioso en términos de imagen y hasta terapéutico, si es que uno se siente culpable por tener éxito.

Uno de los ejemplos más claros del nuevo estatus de la música independiente apareció hace unas semanas en el suplemento cultural de un importante diario español. Un
anuncio a toda página del Ministerio de Economía, Innovación y Desarrollo de Portugal publicitaba un tour por el país a golpe de corchea indie, con parada y fonda en cuatro festivales celebrados a lo largo de los meses de julio y agosto.

Sin embargo, estos ejemplos contradicen a un tipo de ideología que sólo encuentra en ellos motivos para la indignación, como ocurrió con las protestas de parte de la audiencia del FIB por la inclusión en su programa de Julieta Venegas, artista cuyo mayor pecado es el de componer canciones de éxito o la querella contra Wilco por permitir que una de sus canciones apareciera en el anuncio de una conocida marca de coches.

Es la gran aporía del pop, un artículo de consumo al que en ocasiones se le pide ser más que una mercancía un contexto en el que tener una experiencia trascendental: Cristo echando a los mercaderes del Templo.