martes, 15 de septiembre de 2009

Cut-out: la música impopular


Una de las posibilidades para un disco devuelto por una tienda a su distribuidor es que éste le haga un cut-out, un corte o agujero en la portada, y lo reenvíe al minorista para que lo ponga a la venta a precio rebajado. Esta marca estigmatiza el artículo forzando su conversión en saldo e impidiendo al minorista el reclamo de su importe original en caso de ser retornado, algo que no suele ocurrir, ya que por norma general el mayorista no admite devoluciones de cut-outs.

Me ocupo de este asunto porque hace días, en una entrada sobre Willy DeVille, hablé de David Forman, uno de los responsables de "A' Train Lady", esa maravilla donde convergen los talentos de Jack Nitzsche,
Dr. John o el propio Forman, que une su voz a la de Deville. Mi copia de su álbum homónimo exhibe uno de los cut-outs más aparatosos que he visto nunca, una tonsura proporcional al fracaso que supuso el disco, símbolo de su licencia de acceso al limbo de la música impopular.

Bienhallado Mr. Forman.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Flipside


Xavi Sancho, periodista de El País, trata en Réquiem por la cara B el fin del cd-single y la desaparición de un espacio idóneo para que el músico dé rienda suelta a su versión más arriesgada...o autocomplaciente.

En el artículo, Pepe Verde apunta, con razón, que la cara b sirve a un músico para hacer experimentos que no tendrían cabida en un disco convencional y que ésto es lo que corre el riesgo de desaparecer.

Al tratarse de materia residual - lo que no quiere decir, ni mucho menos, mala - es una práctica que echarían de menos, fundamentalmente, los denominados "completistas", esos aficionados que coleccionan - coleccionamos - compulsivamente todo lo editado por un artista, yonkis del ¡eureka! en la misión de completar su devocionario musical; víctimas, a veces, de las tretas comerciales de las casas discográficas.

En cualquier caso, las posibilidades que brinda un medio como internet son tantas que casi es difícil resistir a la tentación de poner rarezas a disposición del público. Cualquier artista cuenta con espacio gratuito en un servidor para alojar archivos musicales, permitiendo el acceso al público; hay webs como Daytrotter que están a punto de llegar a los ocho millones de descargas de grabaciones en directo de grupos como Deerhunter, Of Montreal, Grizzly Bear, etc.; el archiconocido Myspace permite la descarga de audio...Incluso por los medios de siempre se tiende a la generosidad: la reedición de los dos primeros discos de Richard Swift en Secretly Canadian incluye, además del ya clásico bono para la descarga digital, un cd-ep con tomas alternativas...Las posibilidades son muchas y si lo que preocupa es la música, no hay por qué alarmarse, al contrario. Otra cosa es el objeto, el fetiche, y es más que posible que el cd-single con "extras" se quede en objeto de culto en esta carrera adaptativa.

El artículo va enfocado al
mainstream - se cita a Gloria Gaynor, Queen, Beatles, Oasis - y a una idea de "experimentación" que se plasma en tomas alternativas o en directo, demos, remezclas o en grabaciones en las que se dispone de mayor libertad creativa. Desde una perspectiva más amplia, moviéndonos fuera del alcance de Requiem por la Cara B, la amenaza a la experimentación que supone la desaparición del sencillo, o de cualquier otro soporte distinto al digital, no se ajusta mucho a la realidad, más bien al contrario: es en el ámbito musical más experimental - asociando este concepto a lugares comunes como innovación, transgresión, etc. - donde el formato es lo menos importante. Por ahí se mueven los netlabels - la propuesta más novedosa en cuanto a distribución musical se refiere, aunque ya en trance de replantear su funcionamiento - o la música de improvisación libre, por poner dos ejemplos. En el primer caso el soporte físico es tan sólo una - remota - posibilidad y en el segundo algo cercano al sinsentido. De todos modos, la edición no está totalmente excluida en ninguno de los dos casos.

Curiosamente, se da una dinámica de sentido contrario a la impulsada por la digitalización de la información y el desarrollo de la red, representada por la netmusic: con la capilarización que un medio como internet produce en el cuerpo del mercado y su consiguiente atomización se produce una situación idónea para la aparición y subsistencia de sellos discográficos que editan música al margen de los estándares de las medianas y grandes corporaciones y en toda gama de formatos: desde cajas de varios LP a singles, pasando por cd-r con portadas artesanales e incluso cintas de casete. Por poner un ejemplo entre cientos de propuestas podríamos citar el de Vinyl-on-demand.

Con la facilidad para acceder a la información musical y a tiendas de venta en línea aumentan las posibilidades para editar música dirigida a un público muy específico. Quedan muy lejos los tiempos de la comunicación por carta, los IRC - cupones de respuesta internacional; en correos, la mayor parte de las veces, el despachante de turno ni siquiera sabía que existían -, los IMO, los traveller's check, los billetes de dolar escondidos en un sobre y sobre todo esas eternas esperas - semanas y semanas - hasta la llegada del dichoso paquete con los discos solicitados. Hoy, afortunadamente, todo es mucho más rápido, incluso no escuchar lo que se compra antes de pagar por ello resulta algo casi inaceptable.

Volviendo al single, ya sea analógico o digital, sí que es cierto que al tiempo que se sucedían los diferentes soportes musicales a lo largo de los últimos ciento veinte años, desde el 78 revoluciones por minuto al archivo digital de audio, se polemizaba sobre los cambios ocurridos en el modo de escucha. Simon Frith cuenta el caso de Comptom Mckenzie, editor de una revista musical, que en 1940 arremetió contra el LP por considerarlo una amenaza al tipo de escucha superior, "activa", que asociaba al disco de pizarra de 78 rpm. Mckenzie creía que el entonces nuevo formato, por su larga duración, favorecía una escucha "distraída". Uno puede imaginar su reacción frente a un lector de archivos digitales incrustado en un dock y con un régimen de reproducción de varias gigas de música...Muy lejos de los cinco minutos, viaje del sofá al giradiscos y vuelta por medio, del solícito single.